P. Fausto Vásconez Castro

08 Febbraio 1926 / 18 Febbraio 2020

 

El Señor llamó a su presencia al P. Fausto Vásconez siendo las 23h19 del día martes 18 de febrero del año en curso, en el Asilo de ancianos de Archidona, “Hilda Weilbauer”,  asistido por las hermanas Doroteas a causa de un parocardiorespiratorio como consecuencia de una enfermedad seudo obstructiva de abdomen, a la edad de 94 años.

P Fausto nació el 8 de febrero de 1926 en Izamba, provincia de Tungurahua, el sexto de ocho hermanos. Sus padres fueron Abel Vásconez y Rosario Castro

Sus estudios los realizó en el Liceo Montalvo de Ambato en los años 1932 – 38 la escuela primaria, la secundaria en el Seminario Josefino de Ambato en los años 1938-44.
Obtuvo el título de Normalista en Ciencias de la Educación
Su noviciado lo realizó en Ambato, siendo su maestro el P Cayetano. 
Su primera profesión la emitió el 15 de septiembre de 1945 y la profesión perpetua el 15 de agosto de 1950, siempre en Ambato. Las demás etapas de formación, como son Filosofía y Teología las realizó en Ambato. El magisterio tres años en Tena y uno en Ambato.
Ordenado Sacerdote el 8 de diciembre de 1954 por Mons. Bernardino Echeverría en la ciudad de Ambato

Transcribo aquí las palabras de su sobrina, Bertila Vásconez, pronunciadas el día de su sepelio: “- Mi hijo nació para Dios- eran las palabras de su mamá Rosario, cuando hablaba de p Fausto. Con apenas doce años de edad, al partir de la casa paterna, el pequeño Fausto repartió sus bienes terrenales entre sus amigos y vecinos: unas cuantas canicas ganadas en el juego de la bomba, su “flecha” (resortera) con la que cazaba tórtolas y gorriones por los matorrales y quebradas del bucólico pueblo que le vio nacer, la parroquia de Izamba de la ciudad de Ambato Este acontecimiento sencillo es la muestra más clara de su renuncia a todo lo terreno. Padre Fausto no guardó ni acumuló nada para sí, más que el amor a Dios y al prójimo.

La vida de un sacerdote no se reduce solo a los cargos desempeñados, sino más bien a la fecundidad apostólica de su labor, por ello como no destacar la entrega generosa con que desempeñó, este humilde pero valiente, soldado de Cristo, las diferentes misiones que su comunidad le encomendó en las décadas de los cincuenta a los ochenta: Tena, Archidona, Cotundo, Talag, El Chaco, Borja, Baeza, Arajuno, Loreto, Ahuano, Fátima, Santa Clara, Puerto Napo, Puerto Murialdo... Todas ellas ubicadas en las entrañas de una selva en esa época aún virgen, llena de desbordante belleza, pero también de peligros. Desplazándose en canoa, a caballo o a paso raudo y ligero, como era su caminar, por trochas o picas, con el fin de propagar el Evangelio de Jesús, la educación y la salud a todos sus feligreses.

Después de más de treinta años en el Vicariato Apostólico de Napo, fue trasladado a Salinas y Guayaquil, querido por su gente humilde y pobre, pero de generoso corazón. Allí continuó con su labor pastoral y educativa. Solamente la vejez, que trae consigo la debilidad del cuerpo, lo alejó de lo que fue su razón de ser, pero su fe se mantuvo intacta hasta el final”
P Fausto fue un hombre de grandes virtudes, su fidelidad firme y de entrega a la celebración devota de la Santa Misa, el rezo del santo Rosario, la participación a las prácticas de piedad.

P Fausto desde el cielo, interceda por nosotros, por su familia, por la Misión Josefina y por la Congregación de Padres Josefinos, consiguiendo del Dueño de la Mies abundantes nuevas vocaciones.

Quito, 21 de marzo de 2020
P Jaime Bravo
P Provincial